¿Por qué repetimos lo que vivieron nuestros antepasados?

Repetir las acciones, comportamientos, hechos, las fechas o las edades que han conformado nuestra novela familiar es una manera de mantenernos fieles a nuestros padres, abuelos y demás antepasados, una manera de seguir la tradición familiar y de vivir conforme a ella. Esa lealtad es la que empuja a un estudiante a suspender el examen que su padre nunca aprobó, movido por un deseo inconsciente de no sobrepasar socialmente a su progenitor. O, en el caso de las mujeres de una misma familia, a casarse a los dieciocho años o a ser madre muy jovencita al igual como lo fue su madre.

Sin embargo, existe una razón más oscura por la que repetimos la historia de nuestros antepasados. Si estudiamos nuestro árbol genealógico, encontraremos quizás, muertes violentas, adulterios, anécdotas secretas, alcohólicos, hijos no reconocidos. Todo esto son cosas que se esconden, heridas secretas que no se quieren mostrar.

Ahora bien, ¿qué sucede cuando por vergüenza, por conveniencia o por proteger a nuestros hijos o a nuestra familia, no hablamos del incesto, de la muerte sospechosa, de los fracasos, del familiar que “nos deshonra”? El silencio alrededor del tío alcohólico creará una zona de sombras en la memoria de un hijo de la familia que, para llenar el vacío, lo no aceptado, repetirá en su cuerpo o en su vida el drama que han intentado ocultarle. En una palabra, será alcohólico como el tío. Como escribió Anne Anclin Schützenberger: “lo que las palabras no dicen, los males lo comunican, lo repiten y lo expresan para ser visto”………




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